13.1.09

Una estampa veraniega

Cuadro de Lorenzo Saval


La contemplación de ese cuadro siempre me había provocado una sensación especial.

Llevaba allí desde que mi padre lo colocó, años atrás, sobre esa pared del salón, y curiosamente resistió los embates del tiempo… y de mi madre, que periódicamente se lanzaba a la feliz tarea de cambiar los muebles de la casa sin razón aparente. Un sillón aquí, una lámpara allá, la foto de la abuela en esta otra pared.. … todo el mobiliario sufría una metamorfosis tal que, a veces, cuando llegaba a casa, pensaba que me había equivocado de domicilio, aunque enseguida caía en la cuenta de los trabajos mutantes de mi madre.

Ese cuadro aguantó todo eso. Nunca fue movido ni cuestionado su emplazamiento. Y a mi eso me intrigó durante mucho tiempo. Se lo regaló un pintor a mi padre que conoció en uno de sus viajes como representante de jabones. Mi padre viajaba mucho y la soledad itinerante que lo acompañaba hacía que, a menudo, entablase conversación con quien se pusiera en su camino, unas veces para convertirlo en sparring de sus teorías sobre la evolución y su oposición al creacionismo bíblico, otras para ser objeto de su máximo interés, siempre con la intención de ayudar y ejercer sobre el recién desconocido un efecto benéfico.

Sea como fuere, este pintor regaló a mi padre ese cuadro. El regalo debió ser el producto de una larga conversación sobre Arte, sobre las vanguardias y sobre el impresionismo, temas que mi padre dominaba bien; no obstante, en materia de arte mi padre nunca fue dogmático –realmente en ninguna materia-; vehemente, quizá. En el cuadro, de estilo realista, figurativo, se representaba una ventana abierta al mar, sobre el que evolucionaban barcas de remos que se movían cercanas a la orilla de una playa, con una arena caliente por el sol y sembrada de dos sombrillas de colores. El color, la luminosidad, la viveza de la imagen, su perfección técnica y su plasticidad te transportaban a un mundo idílico que prometía felicidad, bienestar y bonanza, unas sensaciones, en fin, como las que sienten los que han trabajado duro tras un largo tiempo y arriban a su lugar de veraneo, contemplando las maravillas que en su estancia en la costa les esperan.

Un día que me encontraba solo en casa, ya muerto mi padre y ausente mi madre, me quedé mirando el cuadro. De pié, parado ante él, observaba cada detalle, cada ola de la mar, cada mano en los remos de las barcas, cada rayo de sol rielando sobre el agua azul que bañaba la playa. De pronto… me acerqué un poco más, observé por los lados, y acerqué mi mano al marco que lo cuadraba. Algo extraño estaba a punto de ocurrir… Con cuidado, descolgué el marco de la pared y ya en mi mano pude comprobar que nada enmarcaba, que estaba vacío… La pared lisa presentaba la señal que el tiempo había marcado en su superficie, pero ni rastro de la imagen, el mar o la playa. Estupefacto, volví a colocar el cuadro sobre la alcayata oxidada, y como por arte de magia aparecieron de nuevo los barcos, el mar y el sol iluminando la playa. Lo descolgué otra vez. Y otra vez se sucedió el milagro del marco vacío, que solo recobraba su contenido cuando era colgado de nuevo. Mi padre siempre me dijo que ese pintor tenía algo especial, pero nunca pensé que se refiriese a la invisibilidad de su creación cuando no estaba en su medio, la pared.

No quise realizar la operación una vez más. Pensé que nunca debí haber movido ese cuadro y que nunca entendería el porqué de esas desapariciones en mis manos, sentí como si hubiera traicionado la misión del cuadro allí y el respeto ambulatorio de mi madre. Cuando ella volvió me encontró aún fascinado en el salón contemplando la ventana abierta y los barcos navegando. Nunca le pregunté nada, pero ahora entendí porqué nunca fuimos de vacaciones a la playa.

4 comentarios:

fonsilleda dijo...

Me ha encantado, aparte de haberme identificado con la madre en sus cambios y metamorfosis caseras e, incluso con el padre ¿seré ambos?.
Pareciera una historia sencilla, contada al azar, como quien no quiere la cosa, sin darse importancia, con el atractivo de lo cotidiano, de lo que todos conocemos y, ese final, la convierte en algo muy pero que muy especial.
Bicos

Anónimo dijo...

Precioso en su conjunto. he de decir, nuevamente, que cada vez que hablas de él, tus escritos se vuelven mágicos, quizás te hayas quedado para siempre con su vehemencia. muy bueno por su originalidad el tema de descolgar el cuadro, realmente me ha parecido bárbaro, y con esa sensibilidad caracteristica, consigues llegar muy adentro.
Raquel.

Melba Reyes A. dijo...

La magia está en la pared y a ésta la impregnan el amor de tu madre y de tu padre.

♥♥♥

Carlos Bentabol dijo...

AL LEER ESTAS LINEAS ME HAS TRANSPORTADO A UN MUNDO DE MAGIA, AL QUE HACÍA MUCHO NO IBA, LA ÚLTIMA VEZ, FUÉ VIENDO UNA PELICULA: "BIG FISH", ME ENCANTÓ POR ESTO.
DURANTE LA LECTURA ME HE SENTIDO TRANSPORTADO A ESTE MISMO MUNDO, DE ALGUNA MANERA, A CADA LINEA DE CADA PARRAFO, HE SENTIDO LA INTRIGA Y LA CURIOSIDAD, DE SEGUIR LEYENDO PARA SABER QUÉ IBAS A CONTAR EN EL IGUIENTE RENGLÓN.
AL IGUAL QUE LA CINTA .. ME HA ENCANTADO...