16.1.09

El despacho


Imagen bajada de internet


Tenía que llegar el triste momento en el que tuviera que revisar sus cosas y ver qué hacía con ellas. Su despacho estaba repleto de papeles, cartas, carpetas, dibujos y libros, todos los que asomaban a su biblioteca y todos los objetos que yo conocía desde niño, porque los había tenido entre mis manos o porque me los había enseñado él.

No recuerdo haber llorado su muerte más de dos o tres veces. Las justas, creo yo, porque la tristeza por la pérdida se había alojado demasiado honda y no le permitía a los ojos derramar lágrimas más que las necesarias. No llorar, no querer llorar, parecía en cierto modo un homenaje a él mismo; era una manera de decirle “no te has ido, no tengo, pues, porqué llorar”, y en verdad que así se ha mantenido su memoria durante mucho tiempo.

Con lentitud, de manera silenciosa y casi ritual, abrí lo cajones de su mesa. Allí, en el de arriba, estaba aquella caja de puros de madera reconvertida en plumier, donde guardaba un sello de caucho con su nombre, una cinta de máquina de escribir Pelikan, una caja de aluminio con chinchetas del número 2, cuatro cajas de grapas El Casco, dos barritas de lacre rojas y dos pinzas metálica sujetapapeles. Culminaba el tesoro un conjunto de tres gomas de borrar gastadas, de esas con una parte blanda y otra dura, para la máquina de escribir. Mi padre tenía verdadera pasión por estas cajitas de puros que de manera tan eficaz preservaban del paso del tiempo y de las manos de su hijo su preciado contenido.

En otra cajita de cartón, manchada por el paso del tiempo y por las huellas de grafito y lápices de colores, cajita de Jabón Flores del Campo, mi padre albergaba difuminos de diferentes calibres y tamaños, los que empleaba en sus dibujos, y un escalpelo de mango metálico con el que recortaba las fotos e imágenes que le parecían sugerentes de los diarios y las revistas que compraba.

El cajón inferior me deparó una sorpresa. Había encontrado la llave que lo abría en su llavero, un llavero que me produjo una infinita tristeza tener entre mis manos, ya que comprendí que ya nunca más tintinearían sus llaves como cuando llegaba a casa. Saqué la llavecita del aro cromado y me dispuse a abrir lo que para mí siempre había sido un verdadero cofre sagrado, un arca misteriosa a la que nunca tuve acceso.

Dentro, una carpeta verde, de gomillas, era su único huésped. La abrí y en ella reposaban dos entradas para un combate de lucha libre y una etiqueta ocre por el tiempo, de esas que se colgaban para identificar los objetos y a veces las personas, en la que se leía, en una cara, escrito con pluma y en tinta negra: “Entregar a J.S.S. de Alicante. Remite: José Miguel Prat de la Riba. Igualada”, y en el envés, con una letra muy cuidada y a modo de poema surrealista, el siguiente texto:

Dos huevos
Grasa de tocino
Un melocotón
Dos latas de sardinas
Pan y carne
Plátanos.

Repartíroslo con el joven Falquet que porta este encargo.

Eso era todo. ¿Porqué mi padre guardaba con tanto celo semejantes objetos? ¿Porqué todo un cajón con llave para dos entradas y una etiqueta roída por el tiempo? ¿Qué preciado tesoro formaban esos tres viejos papeles para él? Alguna razón debía de haber, pero mi mente no alcanzaba a comprenderla.

Dos días más tarde, cuando mi madre volvió a casa, no me atreví a preguntarle por mi hallazgo. Su tristeza no había mermado un ápice y no quería aumentársela con las pertenencias íntimas de mi padre. Además, no tenía ni idea de si mi madre conocía el contenido de ese cajón y preferí no referirme a él. A ella no la había visto nunca hurgar en su mesa del despacho, que, como para mí, era terreno absolutamente vedado.

-Hijo, habrá que mandar esas esquelas que nos ha dado El Ocaso para comunicar lo de papá.
-Sí, mamá…¿a quien quieres que se las mande?
-A la familia directa no, que ya todos lo saben. En realidad, solo a tres personas, los mejores amigos de tu padre.
-¿Amigos? Yo no le conocí a papá grandes amigos, mamá. Él tenía pocos, ninguno especial.
-Tenía pocos aquí, pero no fuera. Toma nota: –dijo abriendo una pequeña libreta

-José Miguel Prat de la Riba. Cementerio de Igualada. Igualada.
-Eusebio Falquet Miró. Cementerio de Alicante. Alicante.
-Josep Llopis Valqueró. Panteón de la Federación de Luchadores. Cementerio de Valencia. Valencia.
.
.

5 comentarios:

Melba Reyes A. dijo...

¡Si creyese que los muertos salen, me hubiese puesto a temblar escuchando esas palabras!

Salud♥s

fonsilleda dijo...

Mis ojos se han quedado con las lágrimas suspendidas...
¿Seré excesivamente emotiva o tus palabras hoy encierran sentimientos tan auténticos que traspasan papel, cristal, cables y chips?.
Dejo mi paso, suavemente, para no molestar ese silencio.

fonsilleda dijo...

P.D. Algo habrá que hacer con este blog.

Anónimo dijo...

Un ensayo de dolor llevado al papel por la dureza de lo vivido ante una situación (¿inventada?)dolorosa, de larga y sufrida curiosidad y de la inconfundible admiración siempre hacia "él".
has abierto una puerta muy interesante a la creación de un relato/historia de suspense o incluso de novela negra dando el perfecto protagonismo que has dado a una llave. ¡estupendo!.
Raquel.

Carlos Bentabol dijo...

EN CIERTA OCASIÓN, VIVI UNA EXPERIENCIA PARECIDA, LA DIFERENCIA FUÉ, QUE MI PADRE SI ESTABA. ALLÍ, SENTADO EN SU DESPACHO, DONDE TANTAS HORAS, PASÓ TRABAJANDO, LUCHANDO POR SALIR ADELANTE, CON DURO PERO RECONFORTANTE TRABAJO, EL DISFRUTABA HASTA DE ESO.
YA CERCANO A SU PARTIDA, CON POCAS GANAS Y MENOS FUERZAS, POR CULPA DEL CARCINOMA QUE LE DEBILITABA CADA DÍA (HUMO QUE IMPREGNÓ SUS PULMONES DURANTE AÑOS), TOMÓ LA DECISION DE IR CONMIGO, (ALGUIEN TENÍA QUE LLEVARLO), A LA OTRA DIRECCIÓN DE SU VIDA, LA CONSULTA. LE ACOMPAÑE Y ALLÍ VIVÍ EL RITUAL DE UNA DESPEDIDA, DE UNA PARTE MUY IMPORTANTE DE SU VIDA,SENTADO A LA MESA DE SU DESPACHO.
ESTUVE IMPERTURBABLE,CALLADO, RESPETUOSO, LE OBSERVÉ, NO QUISE PERDERME NADA, ESO SERÍA UN RECUERDO SILENCIOSO DE SU DESPEDIDA, NI UNA PALABRA SE OYÓ, COMO SI DE UNA LITURGIA PREPARADA SE TRATARA, SIN EMBARGO NADA MAS LEJOS DE LA REALIDAD, TODO FUÉ ESPONTÁNEO... UN RITUAL, QUE ÓJALA, LA VIDA ME DE LA OPORUNIDAD DE REPETIR Y DE DISFRUTAR.... SI ES QUE SE PUEDE DECIR ESTO.

PERO LO QUE SI PUEDO DECIR, SIN TEMOR A EQUIVOCARME, ES QUE ESTE RATO, PUEDE QUE SEA DE LOS MAS INTENSOS DE TODA MI VIDA...